Cuando hablamos de cerebro hablamos de lo que somos, de lo que nos hace reír, de lo que nos pone tristes, de lo que orgullosamente aprendimos, de lo que sabemos, de lo que no sabemos pero estamos aprendiendo, de lo que nos sale bien, de lo que nos cuesta.
Nacemos con un cerebro de medio kilo y cuando somos adultos pesa aproximadamente 1,400kg. El 80 % de su crecimiento ocurrirá en los 5 primeros años de vida.
A medida que crece nuestro cuerpo en tamaño, debe crecer en funciones. Este “crecimiento de funciones” se llama desarrollo. En el cerebro ocurre lo mismo, esas habilidades que va ganando las llamamos etapas del neurodesarrollo: expresar la sonrisa social, levantar la cabeza, rolar, sentarse, gatear, decir nuestras primeras palabras, y miles de cosas más.
Es importante destacar que durante nuestros primeros 7 años de vida, el cerebro aprende a partir de la experiencia. Por eso, debemos brindarles a nuestros hijos con síndrome de Down un número importante de experiencias para desarrollar sus capacidades lo más posible, ya que su programación biológica-genética estará en algunos aspectos afectada.
Cuando somos pequeños, lo más importante es “cablear” nuestro cerebro. Es necesaria la actividad neuronal para completar el desarrollo. Hay una configuración inicial que la proporcionará la genética: son conocimientos que traemos al nacer, una “lógica intuitiva” que nos hace intuir algunas leyes de física, por ejemplo, que un objeto ocupa un lugar en el espacio, el sentido del número (mucho y poco) y otras tantas habilidades.
Aunque traigamos estos conocimientos desde que nacemos, necesitamos un entorno lleno de experiencias para completar ese cableado: aumentar el número de prolongaciones neuronales (más cables) y aumentar los contactos sinápticos (más “tomas” y más “enchufes”). Esto nos traerá mayor posibilidad para adquirir habilidades por medio del aprendizaje. Esta capacidad del cerebro para aumentar el número de conexiones predeterminadas se llama neuroplasticidad.
¿Qué necesitamos para hacer “el mejor cableado posible” ? Necesitamos hacer un buen programa de atención temprana. En estos programas se estimulan las áreas motoras, las áreas sensoriales, dentro de éstas el habla, y las áreas netamente cognitivas.

Un buen programa de atención temprana planificado y con profesionales adecuados no sólo genera beneficios directos sobre el cerebro si no que indirectamente construye una familia (próxima y ampliada) en un ambiente y un entorno naturalmente estimulador y con apego seguro. La mirada de la familia va a ser decisiva para lograr una inclusión plena, escolar, laboral, social.
Recuerdo que al principio me costaba y generaba mucha ansiedad ajustar mi rol de madre y entorno estimulador. Aprendí con el tiempo que debemos estimular en las situaciones cotidianas, en las rutinas. Para estimular al cerebro y generar aprendizajes hay que desafiarlo. Algunos consejos para pedalear esta etapa:
- Los juegos de manos y canciones: “qué linda manito” es ideal cuando, por ejemplo, le cambiamos el pañal.
- El contacto: mucho mimo, lactancia si se puede.
- Los juguetes: que sean muy coloridos y que tengan un “ida y vuelta”, esto quiere decir, elegir juguetes de acción-reacción como sonajeros, cascabeles en pulseras o tobilleras: su cerebro debe interpretar que suenan al moverlos y eso lo desafiará a buscar el sonido o la música a través del movimiento. Es mejor no atosigar con juguetes, con uno o dos por vez al alcance está bien.
- Situaciones de contraste sensorial: con cuidado por ser bebés, podemos brindarles algunas experiencias con sus sentidos, por ejemplo, con los alimentos, le damos algo frío-frío y algo calentito enseguida; oler distintas cosas, y cuando nos permita el pediatra, les damos distintos sabores. Otra forma es hablar en voz bajita y voz alta o con voz aguda y voz grave. También, al bañarlos, se pueden usar esponjas de distintas texturas y secarlos con toallas más suaves y más ásperas. Todo esto debe ser nombrado de forma exagerada en el momento, por ejemplo, les podemos decir “qué áspero”, mientras ponemos cara de desagrado.
- El habla: es importante respetar turnos. Es decir, les hablamos y esperamos que nos respondan con balbuceos, un agggjjjjo o con movimiento del cuerpo. Le ponemos nombre a lo que escuchamos, etiquetamos el mundo, escuchamos el timbre y se lo nombramos, a un ladrido del perro, se lo nombramos, etcétera.
- Movilidad: deben estar mucho tiempo en el piso sobre goma eva o en alfombras tipo aislante a partir de los 3 meses, con un juguete. Esto hará que intente movilizarse, mirar el juguete si se lo movemos, seguirlo con la mirada; rolar, llegar a ese juguete. Las sillas sólo deben usarse en el auto o para pasear.
- Autonomía: desde chiquitos ya los hacemos elegir, por ejemplo, los juguetes. Cuando estire su mano para alcanzar uno, sacamos el otro de su vista y le hacemos saber que eligió uno con determinadas características.
- Estímulo: como a todo bebe, le festejaremos los logros, le brindamos miradas, sonrisas, respuestas.
Estas son algunas de las formas de llenar su cerebro de experiencias.
Y a seguir pedaleando esta hermosa etapa de nuestros hijos.
Por Dra. Soledad Saravia
Mamá / Médica/ Maestrando en Neuropsicología Aplicada
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