Mariano tiene 38 años, vive en CABA con sus padres y tiene síndrome de Down. Hace 5 años, a sus 33, consiguió su primer trabajo: desde ese entonces, trabaja como empleado de oficina. Antes de esta experiencia, a sus 29 o 30 años, hizo una pasantía en una escuela y trabajó con sus papás en el taller familiar.
Asegura que le gusta trabajar porque tiene que estar concentrado, fijándose en lo que tiene que hacer: “eso significa que tengo una responsabilidad y me gusta, soy autónomo”.
Mariano dice que este trabajo cambió todo en su vida -para bien-, incluso su forma de ser: “ahora soy responsable, le pongo ganas al trabajo”.
Antes de comenzar a trabajar, Mariano no necesitaba poner el despertador. Ahora, en cambio, programa la alarma el día anterior a ir a la oficina y se levanta solo. También elige la ropa con la que va a ir a trabajar y dice que este es otro de los cambios que le trajo tener un empleo: ahora se viste mejor; en la casa puede estar en ojotas, por ejemplo, pero en la oficina, no. Antes de salir de la casa, toma el desayuno – a veces lo prepara él, pero si tiene poco tiempo, lo ayudan sus papás mientras él se cambia-.
Para llegar al trabajo toma el colectivo N°29, camina hasta la parada que está a la vuelta de su casa y se baja a seis cuadras de la oficina aproximadamente, y cuenta con el tiempo suficiente para caminarlas tranquilo.

Si hay algo que no le gusta es llegar tarde: siempre llega a horario. Tampoco está a gusto si no termina lo que tiene que hacer.
Entre sus tareas se encuentra el armado de listados de inscripción a diversos encuentros, el archivado de fichas de voluntarios en distintas carpetas, el orden de los materiales de librería y el stock de materiales, folletos y merchandising de la organización.
Para realizar algunas de sus tareas, Mariano usa Excel y el correo electrónico. Antes de trabajar en este lugar, no sabía usar la computadora.
Durante la pandemia por COVID-19 pudo conservar su trabajo y está muy contento por eso, no duda cuando dice que le hizo bien. Pero en ese momento cambiaron sus tareas: al trabajar a distancia, ya no podía realizar el stock de materiales que se encontraban en la oficina, por ejemplo, y fue en ese entonces cuando empezó a armar listados de inscriptos en Zoom y en formularios de Google. Al principio contó con la ayuda de su mamá y los apoyos profesionales para familiarizarse con estas nuevas tareas y luego poder hacerlas solo.
Con respecto a sus compañeros de trabajo, Mariano dice que lo pone feliz estar con ellos, porque recibe contención y apoyo: “me bancan siempre, me llevo bien y les puedo pedir ayuda”, y asegura con mucha alegría que él es parte del equipo. Y está en lo cierto.
Como resultado de las tareas que realiza y como cualquier trabajador en relación de dependencia, Mariano cobra un sueldo, y haciendo referencia a eso, dice: “si tengo un sueldo es porque me lo gano trabajando y me siento feliz con eso. Me puedo comprar cosas que me gusten, puedo invitar a comer afuera a mi familia y ahorrar para hacer un viaje de vacaciones, por ejemplo”.
Mariano asegura que es importante tener un trabajo, ser autónomo, respetuoso y educado. A él lo ayuda a concentrarse, salir y despejarse, y afirma con total seguridad: “trabajar me hace sentir orgulloso de mí mismo”.
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